La doctrina de la Iglesia sobre la eutanasia puede resumirse en este decálogo:
1º.- Jamás es lícito matar a un paciente,
ni siquiera para no verle sufrir o no hacerle sufrir, aunque él lo pidiera expresamente. Ni el paciente, ni los médicos, ni el personal sanitario, ni los familiares tienen la facultad de decidir o provocar la muerte de una persona.
2º.- No es lícita la acción que por su naturaleza provoca
directa o intencionalmente la muerte de un paciente.
3º.-
No es lícito omitir una prestación debida normalmente a un paciente, sin la cual va irremisiblemente a la muerte: por ejemplo, los
cuidados vitales (alimentación por tubo y remedios terapéuticos normales) debidos a todo paciente, aunque sufra un mal incurable o esté en fase terminal o en coma irreversible.